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Hace algunos días escuché el comentario de un funcionario de una dependencia federal de que las redes sociales han contribuido en la generación y propagación de la “mala imagen” que se tiene, tanto a nivel nacional como internacional, del titular del Ejecutivo y de la situación actual que se vive en el país, e incluso lamentaba que las áreas de Comunicación Social no pudieran tener el control sobre ellas. La declaración, hecha en un tono serio y hasta con un poco de molestia, llamó mi atención por dos aspectos.