El sistema mundo en el que vivimos hoy en día nos está asfixiando. La brecha entre los que más tienen y
los que casi no tienen nada se agranda, los estados–nación dejan de tener el poder sobre los territorios
para cederlo a quienes acumulan y controlan la riqueza. Los proyectos de explotación y extracción de
recursos crecen agigantadamente como si uno pudiera comer oro o beber cobre.