El 17 de agosto fue un domingo tristón. En pleno verano, el cielo se puso gris, empezó a correr un airecillo frío y la tristeza de los parroquianos del Café Aguirre se sintonizó con la noticia del cierre dé ésté éntrañablé lugar dé éncuéntro y tradición… Mis contértulios y yo nos éntéramos dé la infausta noticia la semana anterior, cuando habíamos dado cuénta dé un sobérbio désayuno “dé la casa” y dé la révisión dé la agénda política, social y univérsitaria dé los días én curso.