Tal vez el título sea un lugar común. Lo terrible es la
vigencia que tiene. La humanidad lleva muchos siglos caminando
en el planeta y siempre hay un hermano débil y otro
que se aprovecha de él. La literatura, que dice lo que imaginamos
todos y lo que ni nos animamos a pensar, recoge ese
lugar común “una y otra vez, una y otra vez”, parafraseando
a Rulfo. Y en textos de Rulfo quiero centrarme. Creo que
en la síntesis narrativa que hace de la vida mexicana (y
universal) está reunido todo el pesar y el dolor del universo,
aunque haya “alumnos Ibero” que opinen que “para qué
leer a Rulfo, que es una literatura de nacos”. Me avergüenzo
de ellos y me mueven a la compasión más honda.
Y pienso: “pobres tontos ignorantes, ni saben lo que se
pierden”. Lástima que perdamos el tiempo en formarlos
todavía y, seguramente, sacarán un título que colgarán en la
oicina de “Papi”. Sí, pobres chicos, tan descerebrados y sin
pizca de discernimiento. Además de Rulfo, me interesan los
Caínes y Abeles que pululan en los textos de Piglia, Bolaño
y Vargas Llosa. ¿Y quiénes son éstos? Otros, cuya literatura
también es sobre y para nacos: todos nosotros que nos
metemos en sus textos como nos sumergimos en los sueños
o en las profundidades de las sábanas para hacer el amor o
Norma Lucía Segovia Machado
nos zambullimos en la ola alguna mañana calurosa. Con
ese placer y ese ímpetu es que buceamos en sus textos.