Por momentos me parece preocupante la ligereza con que tomamos algunas noticias. Cada vez más nos caracterizamos por ser una humanidad y una sociedad indiferente, desmemoriada y conformista. Hace apenas unos días se dio a conocer alrededor del mundo el que podría ser uno de los mayores fraudes fiscales de la historia, y en el cual están involucrados cientos de líderes mundiales, artistas, deportistas, organizaciones y demás personajes de la vida pública de diversos países. Si bien la indignación y el disgusto se han hecho visibles en las redes sociales, las calles siguen vacías (con la dignísima excepción y el ejemplo de Islandia, pequeño país que no es la primera vez que nos enseña que la rabia popular, unida y organizada, puede derrocar gobiernos corruptos).