| dc.description | Nos acercamos al evangelio de Juan para descubrir la posibilidad de vivir la experiencia de la alegría que se fundamenta en la persona de Jesucristo. Juan insistentemente llama a creer en Jesús, a adherirse a su persona y así, con una sencilla apertura al Amor del Padre que Jesús comunica por medio del Espíritu, podamos ser capaces de experimentar la alegría cristiana. Esta alegría es fruto del amor recibido y compartido con generosidad. Desde que nos sabemos todos hijos e hijas de Dios, expresamos esa filiación en la solidaridad y la justicia, en trabajar por un mundo más humano, un mundo de acuerdo al proyecto de Dios, un mundo liberado del pecado. La alegría es el talante del cristiano porque da la certeza de que la persona vive en la dimensión del Espíritu; es decir, en la dimensión del Amor, haciendo vida el mandamiento de Jesús, amando a los demás en la medida que Él nos ama a nosotros. En las experiencias de dolor profundo, de sufrimiento extremo, la alegría cristiana está presente como promesa de Jesús porque es una alegría que nadie puede quitar (Cf. Jn 16,21-22); allí, en esos momentos, la presencia del Espíritu acompaña, da fortaleza, paz y esperanza. Esta alegría no corresponde a momentos de euforia fugaces sino a una vida plena en el Espíritu, principio de la vida definitiva | |
