La violencia doméstica se caracteriza por la presencia de actos que causan un daño emocional a través de humillaciones o denigración de la persona, prohibiciones, burlas, aislamiento y/o amenazas. En el caso de los perros y gatos que sufren violencia, no son percibidos como miembros del hogar, sino como un objeto o propiedad. La privación de agua o comida, así como dejarlos en azoteas o amarrados, expuestos al sol, frío o calor, son comportamientos de violencia, que en muchas ocasiones terminan en piadosos abandonos por parte de los miembros más vulnerables del núcleo familiar.