¿Es posible justificar el financiamiento de las artes por parte del estado? ¿Lo es en particular si aceptamos que el Estado no debe comprometerse con ninguna de las concepciones del bien preferidas por los individuos? El artículo discute tres posibles estrategias para dar una respuesta positiva a estas preguntas y concluye que ninguna de ellas es satisfactoria. Apartir de allí se argumenta que, si se pretende justificar el financiamiento público de las artes, debe debilitarse la adhesión al anti-perfeccionismo que muchos ven como característica distintiva del estado liberal.