Caminamos bajo los árboles en un día helado de junio. Avanzamos en silencio y oímos el silbido del pasto humedecido por una garúa intermitente que cayó en la tarde. Miro sus mocasines negros, tan poco adecuados para andar en el monte. Unos zapatos conmovedoramente formales que él se ha puesto ignorando la espesura de estos sauces llorones, mataojos y arueras reverdecidos por la lluviecita cuando el invierno es aún temprano.