La educación hace parte del fundamento cultural que compone a una sociedad, ya que se orienta hacia la formación de los ciudadanos en una sociedad determinada y en construcción integral del ser humano mediante procesos de aprendizaje estructurados y encaminados hacia objetivos particulares. En este sentido, es válido preguntarse ¿Cómo escapar de los paradigmas educativos establecidos hegemónicamente y plantear un proceso educativo emancipador e íntegro? Responder este interrogante es de tal magnitud que remite a plantear una dinámica de complementariedad entre dos factores: educación y ascetismo, teniendo este último como el punto de quiebre que facilitará la consolidación de una estructura educativa alejada de estereotipos tradicionales y encaminada, desde el quehacer teológico, hacia el fortalecimiento de las dimensiones que componen el ser integral de cada sujeto.