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La demanda de cuidado de una persona mayor está determinada por la complejidad de las enfermedades y el grado de dependencia que presenta. En estas circunstancias, se realizan actividades de cuidado para garantizar el bienestar físico y psicológico, estas incluyen actividades de sostenimiento como el cuidado de la vivienda, la ropa y la preparación de alimentos; acciones de cuidado directo como bañar, vestir, alimentar, acompañar y vigilar, y otras más complejas como administrar medicamentos, tomar signos vitales, cuidar la piel, hacer curaciones o cambiar el pañal; finalmente, actividades de gestión como trasladar la persona a citas médicas, hacer trámites, reclamar medicamentos o subsidios.
Una buena parte de este cuidado se provee en los hogares, pero no es una actividad que realicen todos los integrantes de las familias. Las cuidadoras generalmente son las mujeres, ellas asumen esta responsabilidad, y aunque el cuidado tiene actividades definidas, horarios y rutinas establecidas, no es remunerado y es invisible ante la sociedad, pues no es considerado un trabajo.
Por otra parte, las condiciones en las que se desarrolla esta labor afectan la vida de la persona cuidadora. Cuidar supone el desarrollo de actividades que obligan a asumir múltiples roles, se es cuidadora, a la vez que madre, esposa, hija, trabajadora, ama de casa, y la forma de compatibilizar dichas responsabilidades repercute en su vida. Estas personas tienen una sobrecarga como consecuencia de las demandas del cuidado, la distribución inequitativa de tareas respecto a los demás integrantes del hogar, y la falta de apoyo de otros sectores relacionados con el bienestar de los adultos mayores.
En el municipio de San Martín de los Llanos, Meta, también hay un aumento de la población mayor. Según el Dane (2020), para el año 2018 la población de adultos mayores de 60 años correspondió al 11.85 % de la población, en comparación con el año 2005, cuando hubo un 10.37 %. Como se ha mencionado, el aumento de este grupo poblacional demanda una mayor atención, debido a la presencia de enfermedades crónicas, entre ellas las más importantes son las enfermedades no transmisibles, pues aportan el 83.59 % de la morbilidad percibida en el municipio, con una variedad de enfermedades cardiovasculares, musculoesqueléticas, neurológicas, genitourinarias, así como desórdenes endocrinos, alteraciones de los órganos de los sentidos y enfermedades respiratorias (Ministerio de Salud, 2018a).
Dada esta problemática, se realizó un estudio descriptivo con abordaje cualitativo que tuvo como propósito establecer la relación entre la carga de cuidado y las condiciones de vida y salud de cuidadoras y cuidadores familiares de adultos mayores dependientes, en el municipio de San Martín de los Llanos, Meta. Este municipio fue elegido por el crecimiento progresivo de la población mayor y el deterioro funcional que les generan las enfermedades crónicas a algunos adultos mayores. En este contexto, la presencia permanente de las cuidadoras familiares para atender las demandas de cuidado que traen consigo las enfermedades crónicas es fundamental para garantizar y promover el bienestar del adulto mayor. Además, se eligió porque fue el lugar de residencia de la investigadora mientras estudiaba y trabajaba en el programa de vacunación COVID-19, de este modo, gracias a las visitas domiciliarias era posible conocer la población desde su entorno.
Los resultados del estudio mostraron que la carga de cuidado recae principalmente en mujeres de mediana edad que conviven con la persona receptora de cuidado, y cuya relación de parentesco es directa (hija, esposa y nuera). Todas las cuidadoras habían ejercido las actividades de cuidado por más de 6 meses e incluso hasta 10 años, dedicándole a esta labor entre 14 y 19 horas diarias. En definitiva, las extenuantes jornadas y las múltiples actividades de las rutinas diarias aumentan el riesgo de sobrecarga, evidenciado por manifestaciones como dolores musculares, fatiga, cansancio, depresión, ansiedad, insomnio, y exacerbación de las enfermedades de base. Al dedicarse a atender las necesidades de los demás, estas personas se hacen vulnerables y el tiempo para su autocuidado disminuye, lo que implica poner en riesgo su correcta alimentación, descanso, recreación y, por ende, su salud.
Adicionalmente, sus condiciones de vida se transformaron para adaptarse a las necesidades de sus familiares dependientes: algunas cambiaron de trabajo o se trasladaron de municipio y dejaron sus ilusiones en segundo plano. Se dedicaban a diferentes actividades productivas que favorecían su desarrollo personal y profesional, pero se vieron obligadas por las circunstancias a renunciar a ellas. En ese sentido, se demuestra que la acción de cuidar y las condiciones en las que se desarrolla esta actividad tienen implicaciones en la vida de quienes asumen esta labor.