dc.description.abstract | El trabajo que estamos presentando busca, a través de sus líneas, convencer al lector de lo complejo que resulta hablar de valores en el mundo global de la comunicación y del papel ético de sus profesionales. Nuestros tiempos no soportan la imposición de preceptos, inclusive si estos se presentan como buenos. Será más aconsejable, ante una realidad plural y vertiginosa, ser crítico, reflexivo y dialogante que canónico, impositivo y fervoroso creyente en materia político o religiosa. Más que decir lo que es bueno para una mayoría o minoría, sería menester considerar la posibilidad de concitar el encuentro plural con el objeto de acometer lo que corresponde hacer, sin caer en la casuística y, mucho menos, en una doble moral. Para ello, el sujeto que soy, y que Paul Ricoeur (2006) llama el sí mismo como otro, no es posible sin la presencia y el reconocimiento del otro en el proceso narrativo y discursivo. El otro, al igual que el yo narrador, debe estar presente en la escritura, en el discurso, en la imagen, en el pensamiento, etc., de lo contrario se correría el riesgo de caer en el olvido y en el desconocimiento de lo que significa la semezanja, la igualdad, y el reconocimiento. El otro no es solo un nombre, también posee familia, anhelos, conocimientos y un oficio, de ahí la necesidad de gestar un diálogo que, sin olvidar la compleja dimensión humana, comprenda el puesto que para nuestra sociedad tiene el hecho de ocuparse en la vida de algo, mediante un trabajo; hablamos sin discriminación de cualquier profesión que garantiza que esa ocupación está siendo cubierta por alguien que sabe lo que hace. Profesional que atiende con conocimientos de causa los requerimientos de una sociedad que así lo demanda. | es_ES |