dc.description.abstract | En la tradición de raigambre platónica y aristotélica resulta indispensable contar con un gobernante sabio y oportuno como garantía de buen gobierno. En el caso medieval, la autoridad de la Iglesia y la obediencia a los dictados de las Sagradas Escrituras mostraban el camino correcto, por lo que era poco lo que podría aportar el hombre de a pie. Esta situación queda desplazada cuando el rol recae sobre la anuencia que dispensen los gobernados a sus gobernantes, más allá de que la cabeza de dichos gobiernos esté conformada o no por reyes sabios, filósofos prudentes, o representantes de Dios en la Tierra. Tanto Hobbes como Spinoza emergen como exponentes indiscutibles de estos aires de cambio, a todas luces indicativos de la Modernidad. Con resultados diferentes, no obstante, ambos pensadores alzan sus vuelos desde un mismo punto: la reinterpretación de las Sagradas Escrituras. El bien no existe por sí mismo, sino que depende del juego de las pasiones y voliciones. Por lo tanto, cualquier intento por establecer la paz y la concordia civil requiere construir el gobierno a partir de dos apoyos estructuralmente esenciales: primero, leyes claras y coercitivas; y, segundo, contar con sujetos capaces de ejercer sin cortapisas el libre ejercicio de pensamiento y expresión. | es_ES |