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En días recientes se ha generado toda una polémica sobre una fiesta realizada en la cima de un Tepuy en el parque Nacional Canaima. Ha surgido un intenso debate sobre los derechos de los ciudadanos, y hasta se habla de que hay algunos “más iguales que otros” aludiendo que si unos pueden hacer una fiesta en un Tepuy, todos deberían poder hacerlo, o ninguno. Por su puesto los ambientalistas alegan la fragilidad del delicado ecosistema de Canaima, otros en cambio prefieren destacar los aspectos relativos a la corrupción del sistema, que permite este tipo de extravagancias y por supuesto no faltan quienes reclaman su derecho a poder participar en fiestas de esta naturaleza, es decir poco falta para estar en un estado total de “anomia” en los términos propuestos por Emile Durkheim, donde cada quien
hace lo que le parece sin importan para nada los efectos ni las consecuencias de su acción.