dc.description.abstract | El llamado tercer cine se conceptualizó como un instrumento para la liberación o resistencia. En palabras de Octavio Getino (2010), reconoce la gran manifestación artístico-cultural como posibilidad de construcción, desde cada pueblo, de una personalidad liberada: la descolonización. La filosofía descolonizadora proviene de los pensadores de cada cultura en diálogo con otras culturas, eso que el crítico caribeño Edouard Glissant denominó diversalidad (Grosfoguel, 2006); un diseño de patria a lo criollo. En Venezuela, en las décadas del sesenta y setenta se producían cortometrajes de corte político que exponían lo que hemos denominado las “narrativas descolonizadoras” que a modo de protesta o lucha criticaban las jerarquías del capital sobre el asalariado y los pequeños modos de producción, el centro sobre la periferia, los europeos sobre los latinoamericanos, el cristianismo sobre el no cristianismo y los conocimientos occidentales sobre las cosmologías no occidentales. Nuestro interés se centrará en los cortometrajes Basta (Ugo Ulive, 1969), Al Paredón (Mario Mitrotti, 1970), Pueblo de lata (Jesús Enrique Guédez, 1973), Testimonio de un obrero petrolero (Jesús Enrique Guédez, 1978) y Yo hablo a Caracas (Carlos Azpúrua, 1978) como una muestra de audiovisuales que desde las narrativas enunciativas, estéticas y experimentales ofrecen un sello descolonizador, nada complaciente con los diferentes gobiernos de turno; pagando a cambio, como apunta Lucien (1990), el precio de no ser valoradas como producciones artístico-culturales y, curiosamente, programadas en las televisoras de Norteamérica y Europa. | es_ES |