Al pensar en la guerra, el imaginario colectivo enaltece el papel de los hombres en la lucha, se piensa en héroes y veteranos. Sin embargo, existe una historia poco contada: la de las mujeres combatientes (Álvarez, 2011). La percepción de que solo el hombre es el protagonista, dificulta determinar cómo fue la vida de estas mujeres, en qué se ocupaban, cómo lo hacían y cómo fue subsistir después de participar activamente en un conflicto armado. Según la literatura, el proceso de readaptación a la vida civil de un desmovilizado resulta ser distinto si se es hombre o mujer (Jiménez, 2014a; Ramírez, 2011). Escasas investigaciones abordan el tema de las mujeres militantes, su decisión política de empuñar las armas y su papel dentro de los ejércitos, y más aún, aquellas que abordan las dinámicas de las mujeres excombatientes en su proceso de reincorporación a la vida civil (Boer, 2015; Díaz, 2008; Schwitalla & Dietrich, 2007). Por consiguiente, no se tiene en cuenta la condición de "ser mujer" en la guerra y la razón por la cual muchas eligieron el camino de las armas como opción política y medio de subsistencia. Estas mujeres se adaptaron y aprendieron a convivir en un entorno de guerra; otras por el contrario han sufrido discriminación de género, violencia física y emocional, algunas no han sido dueñas de sus cuerpos obligándolas a sobrellevar embarazos y abortos forzados, abusos, reclutamiento y explotación sexual, entre otras situaciones desobligantes que tuvieron que enfrentar las combatientes (Jiménez, 2014a).