Por fuera de todo contractualismo liberal y de todo intelectualismo impersonal y abstracto, la confianza –presente en la noción humeana de simpatía como condición de la naturaleza humana– moldea nuestro carácter y fundamenta nuestras distinciones morales entre la virtud y el vicio. Para Baier, sostiene la autora de este artículo, la confianza es un poderoso catalizador de nuestra reflexión moral toda vez que ésta se origina en la modulación del poderoso deseo de compañía, y las contradicciones personales e interpersonales. A partir de una lectura innovadora de Hume, se aprende que es preciso ser cada vez menos los jueces morales y cada vez más unos aprendices que con humor conversan sobre sus convicciones y sospechas. La sola reflexión destruye la vida. Todo orden moral, entonces, emerge con parsimonia de una comunidad de personas que, sabedoras de sus matrices socioeconómicas y culturales, juzgan la virtud y el vicio por estándares compartidos.Ante el horror de una vida en la que reine la sospecha generalizada –conjetura la autora del artículo– las mujeres poseen suficiente deseo, sensibilidad y competencia, así como la convicción y el valor de participar en una educación sentimental de la humanidad que permita esperar los beneficios de una confianza sólida y sostenible, mediante una conversación y una escritura apropiadas, estableciendo así un pensamiento moral innovador y riguroso.