La narrativa histórica de la Biblia (1 y 2 Reyes y 1 y 2 Crónicas), su visión del ataque de Samaría, y sobre todo, de la destrucción del Templo de Jerusalén por parte de los babilonios, ha hecho pensar que ambos acontecimientos supusieron la desaparición absoluta de cualquier clase de culto por parte de los israelitas. La consideración de otras fuentes bíblicas, como el profeta Jeremías, y sobre todo, de las fuentes extrabíblicas, nos obligan a tomar con más cautela esta hipótesis y a valorar la posible existencia de alguna forma de culto allí donde se concentraron exilados y emigrados.