La educación ética ha formado tradicionalmente a los ciudadanos en las escuelas, jóvenes con las competencias que les permitirán relacionarse pacíficamente con los miembros humanos de su comunidad. Esta educación no se ha interesado en las relaciones humanas con los demás animales, pues se basa en fundamentos antropocentristas de la tradición moral occidental en la que los animales son objetos que pueden ser dañados pero que no merecen consideración moral por ser irracionales. El joven formado en esta educación no puede ser llamado ciudadano pues carece de la característica primordial que lo hace ser ciudadano, a saber, interesarse por la protección de los intereses de todos los miembros de su comunidad, animales humanos y no humanos por igual. A partir de la idea del ciudadano como un animal vulnerable que reconoce a los demás animales como miembros de la comunidad social y política, propongo una educación ética animal basada en la empatía reflexiva como el camino para llegar a ser ciudadano.