Gran parte del trabajo de cuidado de la salud-enfermedad se desarrolla en los hogares y tiene las características de ser femenino, no remunerado e inequitativo porque implica desigualdades de género en el reparto del tiempo, las actividades y las compensaciones. Para aportar a las discusiones sobre la equidad sanitaria y la equidad de género, este ensayo busca controvertir los argumentos que definen las asimetrías de poder y posición que subyacen a las diferencias de roles entre hombres y mujeres sobre los cuales se apoyan muchas políticas y programas sociales que, basadas en la naturalización de las relaciones patriarcales y la división sexual del trabajo, contribuyen a mantener o profundizar las inequidades.