Por lo general, las emergencias y las situaciones de amenaza se consideran eventos abrumadoramente negativos. Sin embargo, un análisis más profundo revela que no siempre tienen consecuencias exclusivamente negativas. Estas emergencias pueden proporcionar el ímpetu para el cambio que trae resultados positivos, como cambios en las prácticas de construcción o en las regulaciones cuando se demuestra que las anteriores son inadecuadas. Por lo que los escenarios de emergencias pueden exponer la injusticia y ser el estímulo para la reforma. También pueden desencadenar una reflexión ética, filosófica y social más profunda que tenga un impacto positivo.
En efecto fue en un desastre como la segunda guerra mundial la que promovió las bases de la ética médica y de la corriente de la ética principialista. De igual manera, eventos reprochables durante investigaciones en humanos ocurridas en Estados Unidos llevaron a la urgente necesidad de establecer los primeros códigos de ética esenciales para el proceder médico en los años setenta.
Sin embargo, la ética floreció desde siglos atrás por lo que debemos comenzar con Aristóteles (384-322 a. C.) porque es quizás el más famoso de todos los filósofos que han pensado en la ética enfocado desde las virtudes. Su obra más famosa sobre ética, la Ética Nicomáquea, proporciona una rica comprensión sobre lo que podría ser una buena vida y cómo las virtudes figuran como parte de esta vida.
A pesar de que el griego pertenece a una época muy distante de nosotros, la frescura y la vigencia de sus ideas, y aún más, aplicadas a los profesionales de la salud, como se demuestra más adelante en la presente obra. Para lo cual citaremos a autores representativos de esta corriente como la autora Elizabeth Anscombe, así como el médico bioeticista Edmund Pellegrino, quienes además de abordar la ética de las virtudes también actualizan la lista de preocupaciones consecuentes a la ciencia del mundo moderno, en donde nuevamente nos invitan a una reflexión de la praxis, no solamente médica sino de las profesionales con una elevada carga moral.
Todo esto es necesario retomarlo, ya que se ha observado que en el transcurso de esta pandemia el personal de la salud se ha enfrentado a diversos tipos de angustia moral. Muchos descritos a detalle por Jameton, indicando la enorme complejidad del médico en las instituciones, quienes son los mayores responsables en dirigir los recursos de salud a toda comunidad y en quienes recaen decisiones que marcan cursos de vida de sus pacientes y de ellos mismos. Por lo que se considera necesario un acompañamiento y orientación ética ante estas dificultades éticas y morales, que los ayude a manejar y resignificar estos escenarios de angustia moral.
Todo este camino de análisis y evaluación tanto histórica como actual de la ética en la reflexión médica, tal y como lo propone Aristóteles, guía a lograr una buena vida, a ser una buena persona y ser un buen médico.