La vida escondida del discípulo encuentra su fuente de vida al interior del maestro, que a su vez vive en el seno del Padre. El discípulo permanece dentro del maestro, así como el sarmiento permanece en la vid, y, a su vez, es llevado al interior del Padre, gracias a ese vínculo amoroso y a la savia que circula por los tejidos de la vid, el Espíritu Santo, principio de vida, néctar del fruto que permanece para gloria del Padre.