La reflexión sobre los símbolos es de orden propiamente metafísico. La pregunta por el símbolo desborda el abordaje semiótico en el que una hermenéutica parece asfixiarla. Los símbolos, con su enigmático poder alusivo, exceden nuestras capacidades racionales y representativas. Nos emplazan en el umbral mismo de la infinitud divina y nos brindan así una nueva determinación de la tarea de la metafísica.