Uno a veces no es uno, es un otro que se evade, que se va perdiendo en silencio sin saber a dónde se dirigen los pasos ya obstruidos por el tiempo. Así caminaba Nefasta en aquella noche de principios de enero, con un invierno fuerte y una marea alta. El mar golpeaba el arrecife con fuerza, como queriendo atravezar la roca negra llena de musgo que le impedía su transcurso normal. Una brisa proveniente