Sin el ánimo de transgredir sensibilidades o de simplificar un proceso tan difícil y personal como es el duelo, la programación conceptual, narrativa y temática de este trabajo busca ampliar la visión en torno al momento final de la experiencia vital, rescatando la esperanza y la luz necesarias para un mañana más consiente y optimista a través de los matices del dolor y la oscuridad.
Las Kindertotenlieder de Gustav Mahler (La levedad) son un ciclo de canciones con poemas de Friedrich Rückert escritos a causa del fallecimiento de sus dos hijos menores. A pesar de que el tema resulta excesivamente doloroso e intenso, una lectura más profunda de la música y el texto permite encontrar en las canciones la oportunidad de que intérpretes y público conecten tanto a nivel emocional e interpretativo como musical y técnico. Si bien la oscuridad de la música y los poemas cala en la más profunda sensibilidad y recuerda la levedad de la vida, se contrasta con momentos brillantes y específicos de luz y paz, develando no solo la calidad artística y musical del compositor, los intérpretes y el poeta, sino también, desnudando su alma, haciendo evidentes sus esperanzas y temores en un tema que compete a todos.
El programa de concierto encuentra balance y contraste en la segunda parte (La luz). Dos canciones de los ciclos Vier ernste Gesänge de Johannes Brahms y Lieder des Abschieds de Erich Wolfgang Korngold, permiten la transición hacia la reconciliación. En ellas, la pérdida es abordada desde una perspectiva mas objetiva y tranquila, y de una convicción trascendental de la permanencia de los vínculos.
Posteriormente, Litanei de Franz Schubert, enfatiza el descanso de las almas en una canción que celebra y hace homenaje al todos los santos en su día. A continuación, el Intermezzo del Liederkreis Op. 39 de Robert Schumann hace referencia a la alegría y a la permanencia de lo bello a través de un tono contrastante y sucinto. Por su parte, Morgen! de Richard Strauss, es una declaración de digna aceptación del devenir. Finalmente, la única pieza del programa perteneciente a una ópera (O du mein holder Abendstern de Tannhäusser), podría considerarse en esencia, un Lied mas. Siguiendo la tradición germánica del siglo XIX, Wagner emplea los recursos dramáticos propios de su producción escénico musical en una pieza que brilla con luz propia.