La encarnación de la espiritualidad es una de las exigencias que la cultura posmoderna exige a la fe cristiana. De este modo se mantienen vigentes el carácter histórico y trascendente del hombre. La posmodernidad se ha constituido como mentalidad, como civilización y como experiencia vital. Así, la vida del hombre se ha configurado de manera distinta a los esquemas que lo venían rigiendo. Audacia y lucidez son dos actitudes que la espiritualidad está llamada a desarrollar en este nuevo contexto, para hacer visible la razón que anima su fe.