Hacer un recorrido por el pasado de las ciudades es entender que nuestra realidad no es más que la consecuencia de una cantidad abrumadora de cambios. Cada alteración del paisaje urbano tiene un efecto en nosotros por cuanto las formas de un lugar nos condicionan a vivir de cierta manera. Los procesos de construcción se presentan en la ciudad como un fenómeno constante que nos induce a una práctica de actualización y olvido porque sabemos que son el curso normal del progreso. Entonces, entendemos cada construcción que se lleva a cabo como un hecho pasajero que debe concluir en una estructura nueva que permanecerá. Es cuando nos percatamos de éstos como la ruina de un pasado que jamás volveremos a ver, y su tránsito hacia un futuro desconocido, que su presente se hace significativo, pues éste nos revela lo frágil de nuestra realidad. Esta bra es una contemplación sensible (vital) del instante lleno de forma, textura y sentido en el tránsito que, a cada momento, se escapa.