Los tiempos de crisis de comienzos del primer milenio (siglo I) suscitaron extraordinarios testimonios orales y escritos de fuerte impronta existencial que, de diversas formas, proclamaron a Jesús–Cristo como clave para afrontar, vivir y pasar a través de las dificultades y, de este modo, abrirse al futuro. Esta rica y variada gama cristológica se concentra en “fórmulas” o “títulos” cristológicos, que bien pueden considerarse como “pequeños credos” o “confesiones de fe” de carácter kerigmático. El presente artículo aborda algunos aspectos de esta riqueza, a la luz del Epílogo del Apocalipsis (22,6–21). A lo largo del artículo tenemos, como telón de fondo, una pregunta: ¿Será posible que en nuestros atormentados tiempos de comienzos del tercer milenio, también nosotros podamos encontrar en la persona, la obra, la enseñanza y la acción de Jesús–Cristo, el criterio hermenéutico de nuestra historia y de la Escritura, y la puerta que nos abre hacia el futuro y hacia la esperanza?