A pesar de tratarse de un fenómeno cuyos orígenes pueden ser rastreados desde épocas realmente antiguas y que desde entonces ha estado siempre presente, es posible afirmar que en la actualidad, debido al surgimiento de nuevas dinámicas resultantes de los procesos de globalización y el avance del sistema neoliberal (tales como la porosidad en las fronteras y ciertos fenómenos sociales que resultan en otros como la mercantilización de la vida y de los cuerpos) y a pesar de los esfuerzos por parte de distintas instituciones globales y regionales por acabar con él, los niveles de tráfico sexual de mujeres han aumentado en las últimas décadas, especialmente en la región de América Latina.
Ahora, si bien las altas cifras de víctimas provenientes de estos países podrían responder en gran parte a las condiciones de vulnerabilidad y de alto riesgo que presentan la gran mayoría -el verse inmersos en situaciones de inestabilidad política, altos índices de violencia, poca presencia estatal y conflictos internos, entre otras-, el hecho de que sea una problemática que aún no haya podido solucionarse (muy a pesar del énfasis que ha habido en torno al fomento y respeto de los derechos humanos desde el sistema internacional) y que por el contrario amenaza con seguir aumentando, nos lleva a pensar que debe dejar de ser analizada únicamente desde una perspectiva de seguridad y, por consiguiente, a buscar construir una aproximación crítica desde otras categorías, lo cual en este caso supondría una aproximación desde lo decolonial, aproximación que buscará explorarse en este trabajo. Entonces, es a partir de los elementos mencionados anteriormente que surge la pregunta central de este trabajo; ¿Cómo inciden la colonialidad de género y la colonialidad del poder con el tráfico sexual de las mujeres de América Latina y de qué maneras permean/intervienen las instituciones internacionales y regionales que combaten esta amenaza?