El consumo de alimentos fuentes de oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables, desencadena síntomas como gases, distensión, hinchazón y diarrea en pacientes con trastornos gastrointestinales, siendo uno de los principales desórdenes, el denominado Síndrome de Intestino Irritable (SII).Desde hace 16 años aproximadamente, se comenzó a hablar de la dieta baja en FODMAPs, término que fue acuñado por primera vez por Peter Gibson MD y Susan Shepherd RD. PhD., y a partir de entonces, los reportes incluyen literatura científica y literatura gris sobre esta dieta.En este trabajo se describen las publicaciones más relevantes en los últimos 11 años publicadas en revistas indexadas, realizando un trabajo descriptivo tipo monografía, en el cual se exploraron las 3 bases de datos más significativas en el área de salud, y se filtraron los artículos que relacionaban puntualmente la dieta baja en FODMAPS, desórdenes gastrointestinales y SII.En términos generales, los reportes científicos apuntan a que este tipo de dieta sirve como un nuevo tratamiento que puede mejorar la calidad de vida de los pacientes, al generar una respuesta fisiológica que finalmente se traduce en la reducción de los síntomas asociados. No obstante, y lo cual es objeto de controversia actual, se debe tener en cuenta que, con la adopción de la dieta baja en FODMAPs se lleva a cabo una restricción de elementos con efecto prebiótico principalmente, lo que afecta el perfil de la microbiota intestinal con posibles repercusiones a futuro.La comunidad científica en general está de acuerdo en que se deben continuar estudios controlados experimentalmente, que evalúen no solo la reducción de los síntomas asociados a trastornos gastrointestinales durante la aplicación de la dieta sino también, el efecto que tiene la reintroducción de los alimentos que fueron restringidos durante la aplicación de la dieta en mención.