Hace algunos años, un profesor de literatura sostenía en una conferencia que desde la época que precedió al desmoronamiento del Imperio Romano, nunca había estado tan viva la confrontación entre paganismo y cristianismo comoen los tiempos modernos. Esa afirmación, que para muchos resultaba desconcertante,no asombra tanto hoy, cuando el pan de cada día se unta con la margarina del posmodernismoo mermeladas tales como la Nueva Era o "el fin de la historia". En aquellaconferencia sobre el poeta alejandrino Constan tino Cavafis, decía este profesor, cuyonombre se llevó el olvido, que el Renacimiento y el Neoclasicismo pretendían, no unretorno al paganismo, con sus implicaciones y consecuencias, sino una síntesis o unamediación con la cosmovisión cristiana. En Cavafis, en Carducci, en el mismo Valéry,en la mayoría (según el profesor) de los grandes poetas del siglo xx, entre ellos Mayakovski,Neruda, Breton y Pessoa, se proponía un ideal mundano, no trascendente, nocontaminado de espiritualismo cristiano, afín a la actitud vital propia de la visión pagana.En cuanto a la narrativa, mencionó una novela capital: el Ulises de james joyce.Sólo en este siglo era posible volver a contar la Odisea.