A partir de un recorrido por la obra de Emmanuel Lévinas y su visión sobre el rostro, lo trascendental, el acto finito y su responsabilidad para con el Otro, que se relaciona con el pensamiento de Marie-Dominique Chenu al concebirse la encarnación como punto definitivo entre Dios y el hombre, este trabajo busca responder la siguiente pregunta: ¿Creer en el Dios cristiano vale la pena. Y ésta experiencia de fe, encarna en la vida humana algún tipo de responsabilidad para con el Otro? Creer en el Dios cristiano, es un modo que ser en el mundo y en la historia y los únicos que lo hacemos posible somos nosotros por medio de los valores humanos y cristianos insertos en cada una de nuestras actitudes en pos del Otro. En este sentido, se plantea una reflexión que revalora la responsabilidad del creyente en el marco de una nueva historia que se construye desde el yo, un yo que está presente en el nosotros, y el nosotros al cual nos referimos aquí, es la comunidad cristiana encarnada en el mundo.