Se trata de incorporar los patrimonios presentes y las prácticas culturales como criterios y parámetros de intervención y como determinantes de la propuesta urbanística. A partir de considerar los patrimonios, incluir tanto elementos tangibles como intangibles, que actúen como fuente de diseño para que dentro de una misma unidad paisajística se integren aspectos simbólicos y prácticas cotidianas en un mismo espacio.