Todo trabajo doctoral tiene detrás su martirologio. Quien lo encabeza no es propiamente ?ni siempre- quien hace el trabajo de investigación. Son más bien quienes soportan, como verdaderos padres, a un hijo díscolo y testarudo que, con sus impertinencias, preguntas, estados anímicos y exigencias, se revela como un intérprete de la Palabra de Dios, movido por intereses personales, preguntas comunitarias, pre-textos pastorales y cuestionamientos profesionales que no pueden ser vistos sino como un todo.