Partiendo de la teoría interdisciplinar de L. Rulla, el autor traza un itinerario psico-espiritual, en el que presta fundamental importancia al modo de simbolización de la persona creyente. Se concentra en dos modalidades extremas que están en el origen de actitudes ético-espirituales opuestas: la “idolátrica” y la “icónica”. Al respecto, muestra como cada etapa de la vida (juventud, adultez y madurez), iniciadas y concluidas por crisis psico-espirituales características, tiene para el cristiano desafíos que están asociados al modo de simbolización. Por su relevancia, se detiene en la crisis de la mitad de la vida, que está llamada a desembocar en una icónica experiencia pascual.