Recuerdo muy bien la primera vez que vi expuestas esas piezas en una galería. En ese tiempo la galería Prométhium inauguraba un nuevo espacio en el centro de la ciudad. Aún guardo la impresión en mi memoria, de como casi se podía respirar es toxicidad adictiva, que emanaba la pintura fresca de las paredes justo antes de cruzar el portón que daba la bienvenida al lugar.