dc.description.abstract | Lo primero que el lector encontrará es un marco conceptual que comprende al ser humano desde otro lugar que no es su ámbito racional, por eso atendí a la teoría que sustenta las prácticas de desarrollo emocional del colegio donde trabajo, junto con los estudios de Francisco Varela y su comprensión biológica y neurobiológica del ser humano. Allí se abordará la dimensión cognitiva del ser humano como un proceso mental-corpóreo y no solo mental-racional; esto implica entender los reflejos de sobresalto tanto de gratificación y de rechazo como los mecanismos rudimentarios (en el sentido de primeros y provenientes del magma biológico) desde los cuales construimos nuestra acción en el entorno y, con ella, nuestra conducta. Con esto se sustentará que lo que está en la base de las acciones del ser humano no es la razón como nos ha impuesto nuestra tradición occidental, sino que es la emoción, de ahí que sea importante formarnos también en un aprendizaje emocional. Desde esa comprensión, se concebirá primero al ser humano en una dimensión entorno-corpórea pero además lingüística, por eso surgió la necesidad de comprender al pensamiento proposicional como esa herramienta mental-corpórea que funciona como una forma más de conocer el mundo, es decir, como uno más de los sentidos, con la particularidad de que en nuestra cultura es la herramienta predominante.
Esto nos llevará también a descubrir que nuestro pensamiento proposicional está hecho con lenguaje y que, a la vez, ese lenguaje es el que hace emerger un mundo con sentido para nosotros, consciente o inconscientemente. En este punto se abordará la capacidad del lenguaje humano en relación a la interacción de mi mente corporizada con mi entorno, ya que es a través de esa interacción en que voy adiestrándome en unos usos del lenguaje (en tanto prácticas culturales) a partir de los cuales se construyen mis estados intencionales entendidos como las creencias, deseos y practicas biológicas (porque tenemos una historia como especie), sociales (porque somo una entidad biológica consciente de que su manera de ser es social, o mejor dicho, en relación con el otro y lo otro), y culturales (porque estamos en un entorno específico) que constituyen mis motivos para actuar, mejor dicho, ahora sí: lo que está en la base de mis decisiones y mis actos en el mundo. De ahí que se anunciará la ética o mejor, los comportamientos éticos, como aquellos que realiza una persona consciente plenamente de sus estados intencionales teniendo en cuenta al otro y lo otro.
En este punto se abordará la pregunta sobre ¿cómo puede ser el proceso de consciencia por el cual comprenda mis estados intencionales? Lo que nos llevará a comprender la manera en que el lenguaje ha construido lo que somos. Allí el lector reconocerá que en los pilares de esta comprensión están las teorías de juegos del lenguaje y de formas de vida de Wittgenstein junto con los hechos institucionales de John Searle, además de la compañía de Jorge Larrosa para entender un uso del lenguaje en la narrativa.
Entonces este marco conceptual explica la necesidad de adoptar un enfoque enactivo, entendido como ese proceso de acción en el mundo en el que se va configurando el sentido de nuestra visión de mundo a través del lenguaje, sin embargo se irá mucho más allá de ese proceso de interacción entorno-corpórea-lingüística pues se enunciará la necesidad de una presencia plena (aquí y ahora) y una mente abierta (capaz de pensar desde otras maneras no habituales) lo cual implica ser conscientes del entramado lingüístico que nos ha adiestrado, del cual hacemos parte y desde el cual pensamos de nosotros y del mundo. Entonces, se argumentará que una forma de ser conscientes de eso es observando nuestra propia mente, es decir, lo que en principio es la meditación para Varela. En este caso la meditación como la observación del lenguaje cotidiano y literario en su función de construir el sentido de la experiencia. Aquí es donde adquiere sentido el uso de una bitácora o diario de lectura porque es la muestra de un momento de mi pensamiento y por lo tanto allí estaría, aunque fuera instantáneamente, un discurso sobre mí; además, que esa bitácora se sitúa en la condición de practica (vivencia) y no de teoría (pensamiento). Así mismo, esa bitácora se construyó con la consciencia de intertextualidad como proceso de construcción de “identidad” a la manera de Jorge Larrosa, como veremos.
Retomando, para abordar la función del lenguaje cotidiano para construir sentido, no quise ser abstracto y busqué autores que me sirvieran para mostrar de manera práctica este funcionamiento del lenguaje, por eso llegué a Alphen y sus síntomas negativos de discursividad, los cuales me dieron unos criterios de aplicación del lenguaje para el análisis de las obras literarias en cuestión y las experiencias traumáticas que narran. Esto será todo el segundo capítulo.
De esta manera, entramos al tercer y al cuarto capítulo en donde el lector encontrará el análisis de las novelas en diferentes niveles simultáneos. Uno de ellos es un análisis hermenéutico en el que, por un lado, se evidencie el estilo de Rosero a la hora de construir sus narraciones, los personajes y la manera en que funcionan sus narradores-niños monológicos, además del momento en que ellos cruzan el umbral hacía el mundo de los adultos. En esa misma línea hermenéutica, un estudio que localice las causas del trauma en la imposibilidad de comunicar ciertas experiencias emocionales por parte del pensamiento proposicional, esto en contraste con el uso del lenguaje en la literatura y el estilo de Rosero que sí abren posibilidades a que el escritor y el lector intersubjetiven con esas emocionalidades y esos traumas. Además, estos dos enfoques entrarán en diálogo con algunos pensamientos provenientes del diario de lectura en el que intentaré plasmar en palabras cómo la lectura me cuestiona y confronta haciéndome consciente de cómo podría estar participando inconscientemente de las dinámicas desde las cuales los adultos reproducimos violencia en los niños. Aclaro desde ya que mi pretensión con este diario de lectura y su inclusión en este trabajo es evidenciar un intento de puesta en práctica de los conceptos de autonarración y de autointerpretación expuestos por Jorge Larrosa en su manera de concebir la experiencia de la lectura. Esto porque la misma naturaleza de los narradores reclama un lector que los escuche empáticamente y trate, más allá de explicar la experiencia de los personajes, transformar la propia para no replicar la realidad que está leyendo.
Por último, se cerrará este experimento en el quinto capítulo donde se establecerán relaciones entre lo vivido en mi experiencia de la lectura y la manera en que Jorge Larrosa concibe la experiencia de la lectura, esto para identificar diferencias, similitudes y complementos que me ayuden a descubrir nuevas razones para argumentar por qué la literatura ayuda a generar procesos de consciencia y transformación personal fundamentales para rescatar nuestra humanidad, ya que funciona como un espacio de meditación en donde se puede observar el pensamiento propio para modificarlo y crear predisposiciones que nos lleven a no ser reproductores de esa violencia que rige nuestros accionar social. | spa |