A mediados de 1918, cuando los habitantes del mundo veían expectantes el desarrollo de la Gran Guerra, creyendo que nada podría superar las desgracias ocasionadas por el enfrentamiento, la aparición de la más grave pandemia de gripe de la que se tenga noticia en la historia humana, le demostró a los más escépticos que lo peor aún estaba por suceder. En efecto, aunque no ha sido posible llegar a un consenso alrededor del número de víctimas mortales, se calcula que entre veinticinco y cuarenta millones de personas murieron como consecuencia de dicha enfermedad, lo que equivale, como mínimo, a duplicar las cifras de hombres muertos en el campo de batalla durante los cuatro años que duró dicho enfrentamiento armado.