Barney es el perro que dejó mi tío en el momento de su muerte. Tenía apenas dos años de edad en el momento en el que Carlos fallece, el perro quedó solo, así que nuestra familia le dio un hogar, pero con el paso del tiempo nos fuimos alejando de él, algunos nos fuimos de la casa, otros del país, hasta que llegó a estar bajo el cuidado de mi abuela, un hogar que es un tanto desordenado y sin un espacio suficiente para el desarrollo de una mascota. Barney que hoy ya tiene diez años largos, es un ser que tan solo con mirarme me hace saber que durante muchos años pude haber hecho las cosas mejor para él. En cierta forma verlo, acariciarlo o simplemente jugarle, logra hacerme sentir culpable porque eso mismo lo pude haber hecho todos los días, desde la muerte de mi tío. Gracias al cariño incondicional con el que él me recibe todos los días, aprendí a ver más allá de lo que a simple vista se nota sobre las personas que me rodean. Barney no solo es un perro, es un punto de reflexión en mi vida. Porque me enseña cosas y me recuerda otras todos los días. Es el personaje que veo ahora más cercano a la muerte, en mi afán por recordarlo y enaltecer su presencia en mi vida, hablo de lo que he aprendido de él, haciendo un retrato con los conceptos y gráfica utilizados comúnmente en el tatuaje, pues se le atribuyen características que pueden ser asignadas a su historia.