Las patologías de origen tumoral son más frecuentes en la población adulta
mayor; no obstante, el que dicha población tenga menos oportunidades de
acceder a estudios diagnósticos e intervenciones terapéuticas impacta en
la respuesta clínica a las distintas terapias que existen para tratar el cáncer,
sumado al riesgo de toxicidad con la quimioterapia tradicional o con los
esquemas de la inmunoterapia o terapia dirigida, que pueden generar
toxicidad en menor grado, principalmente cardiovascular, hematológica,
gastrointestinal y de piel. Teniendo en cuenta lo anterior se ha intentado avanzar en la predicción del riesgo de toxicidad a la quimiorradioterapia
con diferentes modelos basados en cálculos clínicos y paraclínicos, muchos
de los cuales se desprenden de la valoración geriátrica. Sin embargo, de
manera global, estas herramientas de predicción del riesgo de toxicidad
tienen varias limitaciones, como la falta de precisión al calcular el riesgo
de toxicidad grave asociada a la quimiorradioterapia y muchas no están
validadas, por lo que muchos estudios concluyen que se necesitan modelos
más precisos a la hora de predecir dicho riesgo. No obstante, se ha
evidenciado que combinar varias herramientas (funcionales y clínicas)
mejora los resultados al modificar el plan de atención del paciente adulto
mayor con cáncer.