En los últimos años me he ocupado de los contactos entre la literatura y la cultura urbana que se desarrollan en Ciudad de México durante nuestro siglo. A pesar de que hay una amplia novelística que trabaja ese espacio desde la ficción, mi punto de arranque ha sido otro. Me interesa leer las inscripciones de la cultura urbana en un género expositivo y documental: el ensayo culturalista, terreno de la no-ficción. Se trata de leer la cultura urbana allí donde tal vez no sea tan evidente que se la está inscribiendo; y, además, ver la posible relación que entabla el anverso de un fenómeno cultural (el ensayo culturalista) con su reverso (las manifestaciones coetáneas de la cultura popular). Intento ver en el ensayo algo más que un espacio en el que se vierten y ventilan opiniones de "individuos". El ensayo puede interpretarse como el terreno cultural en el que opera un sector social -el de los intelectuales- a medida que nuestras sociedades se enfrascan en procesos de modernización. En México, tal vez de manera más clara que en otros países, la evolución del género ensayístico está íntimamente ligada al proceso de modernización y, en particular, al crecimiento urbano que se produce a lo largo de los años treinta, cuarenta y cincuenta.