dc.description.abstract | El afán por la traducibilidad y la delimitación de las características musicales, que estuvo presente en los primeros años de la etnomusicología como ciencia, contribuyó a la marcación estereotípica de otras músicas diferentes a la occidental, produciendo al menos dos efectos. En primer lugar, invisibilizó en el horizonte representacional a la música urbana artística europea, que aún hoy goza de lo que Steven Feld llama “una sinonimia tácita” con el término música.1 En segundo lugar, puso en marcha procesos complejos de subjetivación ligados a los efectos de identidad que circulan a través de músicas no urbanas, no artísticas y no europeas. La centralidad del concepto de identificación en el consumo de las músicas aquí llamadas étnicas, se hace importante para entender cómo, en el mercado discográfico globalizado, se ha abierto paso a una nueva categoría estética que aprovecha la marginalidad de estas músicas –y los movimientos de deseo/rechazo simultáneos que generan– para promover ventas y dinamizar el mercado. Este proceso está atravesado por discursos globales en boga, como el multiculturalismo o la biodiversidad, que configuran una estrategia etnopolítica de pacificación de la diferencia. Sin embargo, al operar a través de estereotipos, es decir, a través de representaciones simplificadas y fijas, la marcación de la otredad deja una brecha por la que las músicas étnicas siempre podrán emerger para desestabilizar el régimen de representación que las nombra y clasifica. | spa |